El país|Lunes, 5 de octubre de 2009
Negocios y conflictos protagonizados por Kraft en diversos países

Una política empresaria global

Los regímenes de trabajo aplicados por la empresa y los despidos impulsados en los últimos años también despertaron reclamos en España, Venezuela y Colombia. “Debemos crear un frente latinoamericano gremial de trabajadores de Kraft Foods”, plantean los empleados.

Por Adriana Meyer
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Un piquete de trabajadores de la ex Terrabusi, la semana pasada.

Algunas razones quizá justifican la preocupación de la Embajada de los Estados Unidos en el conflicto por despidos en la empresa de ese país, Kraft Foods. Entre ellas, los vínculos que tienen directivos y propietarios de la multinacional con la administración del presidente Barack Obama. El viernes 25 de septiembre, cuando se producía el operativo represivo de desalojo en la planta de General Pacheco, la compañía informó que “en la primera mitad del año ganó 1487 millones de dólares, lo que supone un aumento del 10,6 por ciento respecto de 2008”. En la Argentina facturaron 470 millones de dólares y dicen que perdieron 8 desde que comenzó el conflicto que mantuvo paralizada la fábrica. Emplean a 3700 personas, de las cuales 2600 trabajan en Pacheco y el resto en las plantas de Tres Arroyos y Villa Mercedes, en San Luis. Allí lograron imponer turnos “americanos” de doce horas.

Detrás de las líneas que escupen toneladas de chocolate y galletas trabajan, en gran parte, mujeres. “Somos muchísimas obreras ahí dentro, y tenemos que bancarnos de todo. En el turno noche trabajamos por dos o tres personas. Hay madres embarazadas que están trabajando sin sillas, no les reconocen tareas livianas. Muchas mamás viven en la fábrica, doce horas por día”, cuentan las operarias. La presidenta de la casa matriz, Irene Rosenfeld, cobró en 2008 un “salario” de 73 millones de pesos por su trabajo, que seguramente realiza sentada. Para ganar eso, una obrera de la planta Pacheco debería trabajar tres mil años. Rosenfeld dice en la web de Kraft que quiere ser “presidenta de Estados Unidos”. Mientras, avala que la filial de Kraft en Honduras, que integra la Cámara de Comercio Hondureño-Americana (Amcham) junto con el Citibank y Wal Mart, haya dado “su respaldo al nuevo presidente de Honduras, Roberto Micheletti”.

Kraft nació hace 130 años, pero se expandió cuando le vendió al ejército de los Estados Unidos millones de alimentos enlatados para la Primera Guerra Mundial, y se convirtió en una de las principales contratistas del Estado. Desde entonces siguió “alimentando” el sueño americano. En las últimas elecciones, la empresa decidió cotizar para la campaña de Obama. El nuevo presidente de los Estados Unidos eligió a Mary Schapiro, directiva de Kraft Foods, como directora de la Comisión de Valores, el ente que controla a las empresas que cotizan en Bolsa. ¿Fue sólo una devolución de gentilezas? El propietario de la mayoría de las acciones de Kraft es Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del mundo y asesor económico de Obama.

En 2004, la empresa planificó un proceso de despidos que afectaría a 10 mil trabajadores y el cierre de veinte fábricas, algo que están logrando aunque no sin resistencia de los trabajadores de Kraft en diversos países, como España, Venezuela y Colombia. Este último caso muestra métodos similares a los que describen los operarios de Pacheco. En 2005, luego de decenas de despidos a trabajadores por sindicalizarse o reclamar, la empresa encerró a treinta empleados en un comedor para obligarlos a firmar su renuncia. El grupo no aceptó y fue reprimido por la Policía Nacional. Raúl Ortiz, del Sindicato de Trabajadores de la Industria de Alimentos, declaró: “Estamos viviendo la política de la empresa, de despidos disfrazados y arreglos voluntarios. Han presionado a la gente, se les hostiga, se les encierra en las oficinas de los gerentes para que renuncien, con el objeto de acabar con el sindicato”. Ortiz aseguró: “Estamos haciendo una propuesta a trabajadores en varios lugares del mundo, que hace falta que nos encontremos, que sumemos esfuerzos porque la política de la empresa es global”.

A la propuesta de Ortiz se sumaron desde Kraft Perú. “Debemos crear un frente latinoamericano gremial de trabajadores de Kraft Foods para generar estrategias de lucha globalizada ante esta patronal que tiene un común denominador en todas las plantas donde opera, amedrentar y cometer abusos laborales”, expresaron los trabajadores peruanos.

Kraft llegó a la Argentina en 2000, tras comprar Nabisco, empresa a la que Gilberto Montaña y Carlos Reyes Terrabusi le vendieron el emporio Terrabusi para dedicarse a la soja y la cría de caballos. En tiempos de dictadura, Montaña presidió la Coordinadora de Industrias de la Alimentación (Copal), hoy conducida por el ex funcionario de facto Jorge Zorreguieta. La Copal, que reclamó mano dura en el actual conflicto, en 1976 promovió un lockout empresario, paso previo al golpe de Estado.

En la última década, mientras los negocios de la multinacional crecieron, los trabajadores del grupo se redujeron de 8 mil a casi 4 mil. Logró concentrar casi la mitad del mercado de galletitas, y convirtió a la planta Pacheco en la más importante fuera de EE.UU. Los grupos antiglobalización difundieron que, para producir su chocolate, Kraft adquiere las materias primas en Costa de Marfil, Africa, donde, según Unicef, “miles de niños son maltratados y explotados en una lisa y llana esclavitud”.

Junto con las mujeres, los jóvenes son los protagonistas de los últimos reclamos. “Es una patronal muy negrera. Por eso decidimos elegir un cuerpo de delegados por turno, para que la controlen. Ahora, los despedidos estamos firmes”, dicen. Son los mismos que en las marchas cantan “estos yanquis nos quieren echar, si nos echan, qué quilombo se va a armar”. Y se armó, con una dimensión que trascendió el predio de Panamericana y Henry Ford.

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